Lunes, 6:30 de la tarde.
Hoy ha sido un día fantástico de actividad desenfrenada. Me coloqué a la derecha del ratón, justo en la esquina de la mesa donde está situada la impresora. Comprobé que la carga estaba a tope, porque cuando se me acaban mis grapas, tardan varios días en recordar dónde guardaron los recambios.
El día que dejó de funcionar internet, todos recordaron que las cosas en papel podían salvarnos del caos.
Me encanta hundir mis dientes afilados en las esquinas de los folios perfectamente alineadas, atrapar con mis esquinas esas hojas heridas de muerte y condenarlas a estar juntas para siempre. Me siento como un lobo salvaje mordiendo, sabiendo que dejará cicatriz. Hoy he mordido un dedo de Mihumano para que esté atento, que lo he visto muy despistado. Y, por qué no, para demostrar quien manda aquí.
Hoy lo he dado todo. Ha sido un día tan frenético, que hasta los clips, que son unos vagos que siempre andan enredados en su caja de metacrilato, han tenido que salir a trabajar.
Estoy cansada, pero con la satisfacción que da el deber cumplido.
*Imagen de una Petrus de los 80, encontrada en Todo Colección