Elena recogió a Carla en Atocha. Es su amiga de la facultad, que viene desde Sevilla a Madrid para hacer una visita, hacer un poco de turismo y salir de cañas. Atraviesan el Retiro hasta un piso turístico en la calle Ibiza, muy cuco y barato. En el piso compartido de Elena no pueden estar, porque hay mucha población por metro cuadrado.
Es ya de noche, aunque febrero quiera quitarle segundos a la oscuridad, hace frío y todo tiene un aspecto invernal. Atraviesan recto desde la entrada cercana a Atocha, no quieren perder el tiempo dando vueltas por las avenidas grandes del parque, prefieren los caminitos escondidos. Ven una imagen fantasmagórica. Es una mujer vestida como un cuadro de Goya, blanca como el papel.
—¡Será puta!— grita Carla.
—¡Puta lo serás tú, guapa!— Elena responde en el mismo tono
—Que no, tía, que no es a ti… ¿Es que no la has oído?
—No, tía, me estás preocupando—Elena se agarra del brazo de Carla, que está tiritando. Será que como es de Sevilla no soporta el frío madrileño.
—Que me ha mandado a la mierda, la tía esa, que me dice que me vaya a la mierda, que está hasta el mismo coño de turistas. Qué susto me ha dado, casi me da un infarto.
La fantasma se moría de la risa. Bueno, morirse no, que ya lo estaba. Se aburría demasiado en la mansión encantada de los Jerónimos. Ahora es un piso de nuevos ricos con acento raro y snob. No lo soporta más. De vez en cuando se va de paseo al Retiro y asusta a los turistas. Nada le gusta más que mandarlos a la mierda. Esta semana ya ha mandado dos al Hospital con un infarto.
La imagen es de Freepik de uso gratuito y sin licencia. He querido mencionar al autor o autora, pero no hay manera de encontrar su nombre.